La escena electrónica de Buenos Aires florece vigorosa luego del abrupto ocaso que experimentó hace dos aƱos con la fatĆdica fiesta Time Warp del 16 de abril de 2016.
Cada fin de semana porteƱo la cartelera se renueva y las marquesinas estallan:Ā Nick Warren, Cris Liebing, Tale of Us, Sasha, Ben Klock y Len Faki, verdaderos tanques de la mĆŗsica contemporĆ”nea, tocaron en Capital Federal en el lapso marzo-abril 2018. Signos vitales nĆtidos luego de un derrumbe que obligó a autocrĆticas y severos controles.
Con la tragedia fresca de la Time Warp y sus vidas arruinadas, la movida electrónica fue demonizada por medios de comunicación y luego por gran parte de la sociedad, que reforzó esa mala imagen que ya arrastraba sobre el género, viendo a los simpatizantes del techno como un cúmulo de freaks necesitados de volarse la cabeza en algún festival. Dos nuevos fallecimientos traumÔticos ocurridos durante la presentación de Sasha a pocos kilómetros de Rosario en enero de 2017 no hicieron mÔs que confirmar el esquema que mÔs conviene a los detractores: electrónica = muerte.
Fue duro revertir la tendencia. Las vidas que quedaron atrapadas para siempre en el sofocante predio de la Costanera aquella noche de la Time Warp dejaron en evidencia los delgados lĆmites entre diversión y veneno. Fue una triste lección para todos. A partir de allĆ la polĆtica suspendió los eventos masivos en la Capital, las fuerzas policiales montaron verdaderos cacheos dignos de estadios de fĆŗtbol en los ingresos a los locales nocturnos y de pronto mucha gente dejó de frecuentar los nidos del gĆ©nero. Hubo un quiebre y como un volver a empezar. Pero, como siempre en estas cosas, sin que en el fondo necesariamente algo de lo sustancial haya cambiado.
Palpitadas por miles de jóvenes que invierten su dinero en costosas entradas, estas fechas de electrónica en la city invocan los rasgos de una ceremonia compacta y homogĆ©nea. La diversión extrema que proponen los sonidos del artista en vivo se combinan en la noche con códigos propios del ambiente, dĆ”ndole forma a una placenta donde crecen el baile y el frenesĆ. Mucho se ha hablado de la repetición musical onda mantra que los djās y productores de electrónica emulan en sus composiciones para hipnotizar al pĆŗblico en la pista de baile y lograr asĆ la conexión divina tan preciada. Esas cumbres sensoriales en grandes clubes porteƱos rebalsan de cada vez mĆ”s jóvenes que buscan experimentar las delicias del sonido electro.
Ahora, con el fin consumado del plazo de prohibición para realizar fiestas masivas en predios al aire libre, la música electrónica recupera el terreno perdido en Buenos Aires y es cada vez mÔs popular entre una amplia y diversa franja de jóvenes. Pasaron las tragedias, las acusaciones cruzadas y también la demonización del ambiente. Ya todo parece normal otra vez. ¿Habremos aprendido algo? Muy pronto lo sabremos.










